esperándolo más tarde,
un caballo me miró fijo
en el medio de la noche
y del rocío y del verano
y del pasto y de la plaza
mientras raspaba la tierra con un
violentísimo chorro de pis,
justo antes de irse.
él no me lo creyó nunca.
que suerte tengo
yo, que no me pienso a dejar
salir en fotos.
domingo, 28 de junio de 2009
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