domingo, 28 de junio de 2009

dos mil nueve

Qué bueno haberme dado cuenta
de que es bueno, además de trágico,
haber transcurrido entero todo mi
séptimo grado tratando de describir
en párrafos el sudor en la palma
de mis manos en vez de fijarme
cómo iba a hacer para dirigirle la palabra
a quien de mí sólo escuchó balbuceos,
y sin saberlo siquiera hoy,
fue el destinatario de los párrafos
más vergonzosamente porno que
la historia de la humanidad haya leído
de la mano de una tímida niña de doce años.

Y qué suerte el analista
al que iba por teminar aceptando
resignado que no iba a ser nunca
su turno para hablar, yo sólo
necesitaba alguien, ahí
sentado con cara de escuchar
el vómito de palabras
de cuarenta minutos que validaba
la infinitamente poca o infinitamente
extensa
cantidad de vida
que entra en una semana.

No hay comentarios: